La historia de Balder (2)

Publicado por Hikari | Etiquetas: | Posted On martes, 26 de julio de 2011 at 10:06

     Balder dejó de ver a aquella muchacha en los entrenamientos, y por alguna razón sentía pena por ello, pero lo dejó pasar. Un día de tormenta, Balder regresaba a casa tapando su cabeza con su chaleco. Acurrucado en un árbol se encontró un gato, que parecía ser el mismo gato de aquella muchacha. Lo recogió, lo envolvió en el chaleco y se marchó corriendo bajo la lluvia.
     Los rayos iluminaban el cielo, oscurecido por nubes negras de tormenta. Por el camino, Balder se encontró con la muchacha, dueña del gato, en cuclillas, tapándose las orejas con las manos, y dando pasitos pequeños murmurando “Tengo que encontrarlo, tengo que encontrarlo”. Cuando caía un rayo, cesaba en su pequeña marcha y se encogía aún más. Balder se agachó y se puso a su altura.
     – ¿Te dan miedo los relámpagos? – preguntó con un tono suave.
     La muchacha levantó la mirada, y vio a Balder en frente suyo, con su gatito acurrucado en sus brazos. Lo miraba fijamente y no le salían las palabras.
     – Em… Si nos quedamos aquí mucho rato, vamos a pillar una pulmonía… – comentó Balder.
     La chica reaccionó y asintió con la cabeza. Ambos se levantaron pero, al caer otro rayo, la chica se volvió a agachar. Parecía que caían bastante cerca, pues la tormenta estaba casi encima de ellos. Balder se agachó y le acarició la cabeza. “Debemos darnos prisa” le dijo. Balder tomó la mano de la chica y la ayudó a levantarse. Iba tirando de ella, para salir de aquella zona. La chica lo seguía, cabizbaja, pero levantando la mirada para verlo.
     Como la tormenta iba en dirección contraria a la que iban ellos, pronto cesaron los rayos y quedó sólo una leve llovizna.
     – ¿Vive por aquí? – preguntaba Balder.
     – Mmm. – murmuró ella.
     – ¿Mmm? ¿Y eso qué significa? – preguntó Balder confuso.
     – N-no…
     – ¿Y qué hace por aquí?
     – A-acompaño a mi madre al trabajo…
     – Je… ¿en un día como hoy?
     – Mi… mi gatito se escapó…
     Balder le preguntó dónde vivía y al contestarle, vio que vivía bastante lejos como para ir todo el camino empapada. Le dijo que él vivía allí al lado, por si quería ir a secarse primero. La chica se sonrojó.
     – ¡P-pero no tengo segundas intenciones ni nada, eh! – dijo él tímido, al pensar que podría haberse entendido mal.
     – Je, je – rió la muchacha, sonrojada –, está bien.
     Llegaron a casa de Balder. La madre los vio llegar por la ventana, y enseguida abrió la puerta de la calle para recibirlos, con una toalla en la mano para que se secaran cuanto antes. La madre preguntó por la muchacha, pero Balder no supo qué contestar, puesto que no sabía siquiera su nombre.
     – Me llamo Misaki – contestó la muchacha tímida.
     – ¡Ah, Misaki! ¡Qué lindo! – exclamó la madre, mirando a Balder con una sonrisa burlona. – Ven por aquí, por favor, te daré una muda limpia.
     Misaki seguía a la madre de Balder, sonriendo, y mirando a Balder de reojo. Pasaron por enfrente de la salita donde estaba su padre limpiando sus herramientas. Las dos saludaron. Al ver a Misaki el padre se extrañó y fue a buscar a Balder, que estaba aún en la entrada, secándose con la toalla que le había dado su madre.
     – ¿Quién es esa chica? – preguntó el padre, curioso.
     – La… la conocí en los entrenamientos. – contestó Balder.
     – ¿También es caballero?
     – N-no…
     – ¡Es muy guapa! ¿Es tu novieta? Je, je.
     – Que va…
     Balder aguantaba el interrogatorio de su padre, mientras su madre ayudaba a Misaki a arreglarse.
     – ¿Y cómo conociste a mi hijo? – preguntaba la madre, pensando en que podría ser la novia de su hijo.
     – Ah… rescató a mi gatito… – decía mientras acariciaba al tierno animalito.
     – Ay, mi Balder. Siempre tan bueno.
     Mientras la madre no hacía más que decir cosas buenas de su hijo, Balder, ya arreglado, fue al vecino a pedirle su caballo para poder llevar a Misaki a su casa cuanto antes. Como Balder era un buen caballero y confiaban en él, le dejaron el caballo sin problemas. Cuando la muchacha estaba lista, el padre se presentó educadamente y le dijo que Balder estaba fuera esperándola. La madre preguntó si no se podía quedar a cenar, pero Balder dijo que su familia estaría preocupada y que quería llevarla a casa antes de armar ningún revuelo. Ayudó a la muchacha, que llevaba un vestido de su hermana, a subir al caballo, y le entregó el gatito. Balder, sin embargo, no se subió y tiraba de las riendas del caballo para hacerlo andar.
     – ¿Qué haces? – replicó la madre.
     – Ll-llevarla a casa – dijo Balder, sin saber qué otra cosa contestar.
     – Pero así iréis más lentos. Sube con ella al caballo, que tenéis sitio de sobras.
     – Pe-pero… – balbuceaba Balder, que no quería incomodar a Misaki.
     – A mí no me importa – contestó ella, mirándolo con una sonrisa.
     Balder subió detrás de ella, y tomó las riendas del caballo. Mientras se alejaban, los padres los miraban muy contentos.
     Cuando llegaron a casa de ella, estaba su hermano en la puerta, que había salido al escuchar ruido fuera. Balder se bajó del caballo, y ayudó a Misaki a bajar. El hermano llamó a sus padres y acudió rápido a preguntar por qué llegaba tarde.
     – ¡Estábamos preocupados! – exclamó.– Con la tormenta que caía y tú por ahí haciendo el tonto con este chaval.
     – ¡Yo no…! – replicó ella.
     – Perdona. – intervino Balder.– No creo que haga falta que le hables así. Estaba perdida, en el bosque, buscando a su gato. Yo me limité a ayudarla y a traerla aquí.
     – Ah… vale – respondió el hermano si saber qué decir. – ¿Y quién eres tú?
     – ¡Es un Caballero! – exclamó Misaki.
     – Bueno… técnicamente aún no soy nada hasta que no pase la prueba – contestó Balder tímido.
     La madre salió corriendo a abrazar a su hija. Misaki lo presentó a la familia.
     – ¡Guau! Un Caballero – dijo la madre asombrada.
     – En realidad de momento sólo soy Aprendiz – dijo Balder.
     – Muchas gracias por traerla sana y salva – le agradeció el padre.
     Balder se disculpó por haber de marchar. Le acarició la cabeza a Misaki y le dijo que la próxima vez anduviera con cuidado, se subió al caballo y se marchó. Desde ese día volvió a ir a verlo a los entrenamientos, y, cuando Balder terminaba, se iban juntos dando un paseo. Balder cada vez se sentía más a gusto estando con ella, y empezó a verla con otros ojos.
     Un día soleado, mientras paseaban, Misaki hizo una broma respecto a Balder, y empezó a correr, riendo, para que él no la alcanzara. Mientras corría se topó con un hombre, bastante grande. Misaki pidió disculpas. Balder fue a ver qué pasaba. Cuando vio bien al tipo vio que en cinturón colgaba una bolsa, donde asomaba alguna que otra joya, y que al moverse sonaban monedas. Era un bandido que acababa de hacer un saqueo. Cogió a Misaki fuerte del brazo.
     – Ja, ja, ja – se reía el bandido –, ¡con esta muchacha acaba mi día siendo redondo!
     – ¡Aaah! ¡Suéltame! – gritaba ella.
     – ¡Déjala! – le ordenó Balder, furioso.
     – ¿Y qué me vas a hacer si no lo hago? – dijo el bandido, con tono chulesco, desenfundando un sable.
     Balder no tenía arma, pero tampoco podía dejar a Misaki en manos de ese hombre. Tal era su ira, que de pronto, una corriente empezó a recorrer su cuerpo. El bandido lo miraba mientras se reía, y cogía fuerte a la chica, mientras ella se resistía.
     – Vaya, vaya… ¿Qué es tu novia? – dijo el bandido burlón.
     – ¡Balder, ayúdame! – dijo Misaki, sollozando.
     apretó fuerte los puños, mirando al bandido furioso. De pronto, un rayo muy bien dirigido cayó sobre el bandido. Misaki, en el momento en que cayó el rayo, se tiró al suelo. Sorprendentemente a ella no le sucedió nada; sin embargo, el bandido estaba tirado en el suelo, fulminado. Balder estaba muy sorprendido, puesto que no había ni una sola nube en el cielo. Fue a tender su mano para ayudar a Misaki a levantarse. La sorpresa de ambos fue ver pequeños relámpagos recorriendo la mano de él. Misaki lo miró asustada. “¿B-Balder…?”. Balder movió rápido la mano, y esa energía se fue. En el suelo, de rodillas, ella lo contemplada con cara de miedo. Balder también estaba asustado, y no pudo evitar marcharse de allí corriendo, mientras Misaki lo llamaba.
     Cerca de su casa, furioso y atemorizado, golpeó con fuerza un tronco, y un relámpago iluminó el cielo de la tarde. Sin entender nada, se fue a su casa.
     – Menos mal que has vuelto pronto – dijo la madre –. ¡Están empezando a caer rayos! Menuda tormenta te hubiera pillado…
     Pero no llovió. No cayó ni una gota.




© Hikari

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