La historia de Balder (3)

Publicado por Hikari | Etiquetas: | Posted On miércoles, 27 de julio de 2011 at 10:12

Ayer lo pensé... y si escribiera la historia de cómo murieron los personajes... (oh sí, para los que no sepáis nada de The Lost Light, los espíritus están muertos xDD O sea, los que tienen historia acabaran muertos... pero revivirán 1000 años después, así que no sufráis jaja). No sé no sé... me lo pensaré... xD




     Balder estaba agotado, sentado en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero de su cama, mirándose las manos. Su madre lo llamó para cenar pero no probó bocado. Al día siguiente no tenía fuerzas para levantarse y no fue a entrenar.
     Balder estaba de pie, frente a la ventana, con su mano apoyada en esta. Miraba el cielo, pensando en lo que había pasado el día anterior. Mirando fijamente el cielo, poco a poco iba cerrando su mano, haciendo fuerza con los dedos. Al ver que no pasaba nada, sin apartar la mirada del cielo, abrió la mano de golpe y de pronto un relámpago cayó de la nada. Balder se asustó, porque realmente esperaba que no sucediera nada. Entonces se miró la mano y vio como un pequeño rayo recorría el espacio entre sus dedos. Entonces su cuñado irrumpió en su cuarto.
     – ¿Cómo que no has ido a entrenar hoy? – le preguntó él, un poco mosqueado.
     – ¿Eh? ¿Qué haces aquí?
     – Tu entrenador ha venido a avisarme de que no habías ido.
     – No me siento bien, y he preferido no forzarme…
     – Hmm, estás algo pálido. Y tu madre me ha dicho que ayer no cenaste. ¿Ha pasado algo?
     – Eh… no…
     El cuñado lo miró con desconfianza, pero no parecía estar bien, así que no quiso presionarlo. “Vuelve cuando estés mejor”, fue lo que le dijo al despedirse.
     Estuvo 5 días sin ir a entrenar, y sin probar a penas bocado. Tampoco sabía nada de Misaki. “Debe de pensar que soy un monstruo…” pensaba él apenado. Sentado en la cama, apoyado en el cabecero de su cama, es como se pasaba los días, ausente de todo lo que le rodeaba. Su madre llamó a la puerta.
     – Balder, cariño – dijo preocupada –, tienes visita.
     Balder ni siquiera movió un músculo. “Balder…” dijo una voz femenina. Reconoció la voz de Misaki. Levantó un poco la cabeza para mirarla y sonrió levemente, con una expresión triste.
     – Hace días que no vas a entrenar… – comentó ella, mientras se acercaba a él lentamente.
     – No tengo fuerzas…
     Ambos se quedaron en silencio. Misaki no sabía que decir. Decidida, se subió a la cama y se sentó frente a él.
     – ¡No puedes estar así! – exclamó acercando su cara a la de él.
     Balder se sorprendió de su reacción, y levantó la mirada para verla.
     – ¿Por qué no dices nada? – preguntó Misaki, sollozando.
     – ¿Por qué lloras?
     – ¡¿Por qué tú no?! – exclamó enfadada – Estás asustado, estás triste, y te limitas a encerrarte… ¡Grita lo que pienses!
     – Debes… de pensar que soy un monstruo – murmuró él.
     Misaki se quedó un momento sin habla, al ver la expresión triste de él. Llorando, cogió la mano de Balder y se la acercó a la mejilla.
     – Tú eres lo menos parecido a un monstruo que conozco… – dijo ella.
     – ¿Y por qué tiemblas?
     Misaki no sabía qué contestar. Cogió aire para intentar explicarse, pero no le salieron las palabras. Por la impotencia que sentía, rompió a llorar. Apartó la mano de la mejilla de Balder para taparse el rostro.
     – Lo siento… – se disculpó Misaki. – Yo… tengo miedo. Esto me da mucho miedo. ¡Pero de verdad no creo que seas un monstruo!
     – ¿Y qué soy entonces?
     – ¡Eres Balder! Sigues siendo tú. No has cambiado en nada. Y si ahora puedes hacer caer rayos o lo que sea, ¡será porque eres un elegido de los Dioses o algo! No todo lo raro tiene por qué ser malo…
     Balder la miró. Tenía una mirada firme y parecía estar convencida. Después de tanto tiempo, al oír las palabras de Misaki, no pudo evitar sonreír.
     – Qué tonta eres – dijo Balder sonriendo.
     – ¡No, tonta no! – replicó Misaki.
     Balder de repente la abrazó y le dio las gracias. Misaki al principio no supo cómo reaccionar, pero luego, se acomodó entre los brazos de Balder.
     Pasaron la tarde en la habitación de Balder, hablando de mil cosas. Balder estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero, y Misaki estaba sentada entre las piernas de él, con su espalda apoyada en el pecho de Balder. La madre escuchaba tras la puerta, y al oír risas desde la habitación se sintió aliviada y bajó a la cocina a preparar la cena.
     Al día siguiente, Balder volvió a su rutina diaria, y, tras un tiempo, por fin volvió a los entrenamientos.
     El entrenador echó en cara a Balder el haber faltado tanto tiempo, y Balder no hacía más que disculparse una y otra vez por su actitud. Aún así, seguía teniendo muchas ganas de combatir, y este entusiasmo fue el que hizo que el entrenador recuperara la fe en él.
     Al poco tiempo, Balder y Misaki iniciaron una relación seria. A veces Misaki traía comida, y almorzaban juntos. Uno de esos días, se dieron el primer beso.
     Un mes después del regreso de Balder a los entrenamientos, el entrenador le propuso para su misión para ascender a Caballero. Siempre solían ser misiones de capturar algún bandido, y, en este caso, no hubo ninguna excepción.
     Balder se adentró en el bosque, con su hacha y su escudo. Misaki quería ayudarlo haciendo de cebo, pero Balder sufría más por ella que lo que sufría ella, y no quería ponerla en peligro, puesto que jamás se perdonaría que le pasara algo. Así que ella esperaba su regreso en la capital, junto con el cuñado de Balder y su padre; la hermana y la madre estaban en casa preparando un gran banquete para su regreso.
     Caminando con aires de despreocupado, vigilaba a todos lados, acercándose a la guarida de los bandidos, para ver si lograba encontrar a uno que anduviera solo. Sin embargo, aparecieron tres de ellos con una niña de 12 años a cuestas, gritando que la soltaran. Él sabía que no tenía rango ni capacidad para asumir un riesgo tan grande. Aún así, no podía dejar sola a aquella muchacha.
Siguió a aquellos hombres hasta las ruinas de un antiguo monasterio. Allí era donde se ocultaban. Balder se acercó con cuidado, rodeando el monasterio para evitar la entrada principal. Vigilando que no le siguiera nadie, oyó a su espalda:
     – ¿Qué pasa, muchacho? ¿Te has perdido?
     Al girarse vio a un bandido, que enseguida colocó su espada en el cuello de Balder.
     – No me digas que eres otro de esos Aprendices – dijo mientras reía. – Contigo serán cuatro las cabezas que tendremos expuestas a modo de trofeo ja, ja.
     Balder estaba inmóvil, no sabía qué hacer. Tampoco pronunciaba palabra. De repente tuvo una idea. Sin pensárselo dos veces, soltó su escudo y agarró con cuidado el filo de la espada de su contrincante. El bandido lo miraba confuso y se disponía a atacarlo cuando una gran fuerza lo hizo saltar hacia atrás. Balder soltó la espada para no hacerse daño. Se miraba la mano mientras flexionaba sus dedos. Había logrado liberar una gran cantidad de energía a través de la espada, y el rayo había logrado alcanzar a su rival, sin apenas llamar la atención. Cerró la mano mientras sonreía.
     Se dirigió hacia al bandido, que yacía inconsciente y casi sin aliento, a buscar algo que pudiera ayudarlo a rescatar a la muchacha. Pero no encontró nada, así que siguió su camino.
     Saltó el muro que rodeaba al monasterio, tras asegurarse de que no había nadie al otro lado. Oyó que se acercaba alguien y se coló por una de las ventanas, antes de que alguien lo pudiera ver. Fue un poco incauto el adentrarse sin mirar, pero por suerte no había nadie allí. No obstante, entraron dos bandidos que lo vieron agachado bajo la ventana. Antes de que pudieran dar la voz de alarma, Balder extendió su brazo hacia ellos y los fulminó. Ambos cayeron al suelo. Un tercer bandido, que los vio tirados en el suelo, entró en la sala. Balder estaba pegado a la pared donde estaba la puerta. Cuando entró corriendo el bandido, Balder lo golpeó, antes de que se girara, con el mango de su hacha en la nuca, dejándolo inconsciente.
     Mientras tanto, en la capital, un General era informado del rapto de una niña. Esta noticia llegó a oídas del entrenador e informó de la posición de su Aprendiz. El cuñado de Balder informó al padre y a Misaki de lo que estaba sucediendo, y la preocupación empezó a invadirles.
     Balder se movía por los pasillos con cuidado de no ser visto. Escuchó como en una sala hablaban unos cuantos. Se asomó un poco para ver cuántos había y, en una esquina, encontró a la chica, atada, temblando de miedo. Asegurándose de que los guardias no miraban, movía la mano frente a la puerta para intentar que la chica lo viera.
     La muchacha lo vio, y Balder le hizo un gesto para que no dijera nada. Los bandidos vieron que ella estaba mirando algo y se acercaron a la puerta. Balder se echó hacia atrás y, cuando el primer bandido salió de la sala, lo golpeó fuerte con el escudo, empujándolo hacia atrás, cayendo al suelo mareado tras golpearse también contra la pared. Entró en la sala y atacó a los tres bandidos que quedaban. Dirigía los rayos a través de su arma, lo cual era una gran ventaja ya que con el mínimo golpe los dejaba débiles o conmocionados.
     En el suelo, tirados y sin poder moverse, estaban los bandidos. Balder cogió a la muchacha y salió de allí corriendo. Perseguido por algunos bandidos, no tenía tiempo para luchar con ellos, y corría lo más rápido que podía.




© Hikari

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