Juego de Imaginación

Publicado por Hikari | Etiquetas: | Posted On domingo, 4 de agosto de 2013 at 18:03

OH SÍ! POR FIN! Llevo mucho tiempo pensando qué hacer con ella, ya que casi tiene votantes ya (por no decir dos escasos), pero es que Arisu es tan mona... Y me gustan tanto Manabe y Harada... ♥ jajaja Así que seguiré con ella, por lo menos un poquito más.

La última entrada de la historia ES ESTA, por si os queréis poner en situación. No sé con qué regularidad la haré, porque ver pocos votos no motiva, aunque me guste la historia jaja

Como respuesta he hecho una mezcla de las dos que había.

      —¿Qué les parece si nos vamos todos a comer? —propuso la madre de Arisu dentro de su euforia habitual.
      —¿Cómo todos? —a Arisu se le cortó la respiración, imaginando a su madre comiendo con los padres de Harada.— Igual ellos tienen algo que hacer.
      —¡Eh! ¡Yo me apunto! —saltó Mayu feliz, tomando a Mio de la mano— Y ella también.
      Mio, aunque no había abierto la boca, parecía asistir a aquella comida. La madre miraba sonriente a los padres de Harada, a quienes se les veía que aquel plan les había pillado por sorpresa.
      —Claro. ¿Por qué no? —contestó muy amablemente la señora Harada después de contar con la mirada de aprobación de su marido.
      Su madre sugirió ir a un restaurante típico japonés donde hacían unos platos abundantes y bien de precio. Sin embargo, el señor Harada propuso un restaurante italiano que había no muy lejos de allí.
      —¡Ah, pasta! A Arisu le encanta la pasta, ¿verdad que sí, cariño?
      Arisu asintió agotada. Mayu y Mio reían por la marcha y el nervio que tenía su madre. Harada, sin embargo, delante de sus padres fingía ser el niño perfecto, los seguía en silencio, hablando sólo cuando le preguntaban. Quizá estaba sometido a mucha presión en su casa.
      Una vez todos en el restaurante, y ya habiendo pedido, en la mesa reinaba un silencio difícil de romper. Las dos partes eran muy diferentes, y era complicado iniciar una conversación entre todos.
      —Mamá —Arisu decidió iniciar la charla por su cuenta—, quiero comprarme un teclado.
      —¿Con eso me quieres decir que quieres que te compre un teclado? —su madre rio, dejando la copa de vino sobre la mesa.
      —Es que necesito seguir practicando. —Eludió contentar a su pregunta— ¿No querrás que tantos años de estudio se pierdan por no tener un piano cerca?
      —¿Y no hay piano en tu escuela?
      —Sí que lo hay —Mayu las observaba, con su cabeza apoyada en la mano derecha y una sonrisa dibujada en los labios—, en el aula de música. Ahí es donde se conocieron.
      Arisu la miró fiera, por una parte, por menguarle sus posibilidades de conseguir el teclado, y por otra por darle información innecesaria a su madre.
      —Pero allí ensaya el grupo de música. Y Harada necesita un lugar también para practicar con su violín. —él la miró, molesto porque lo metiera en su juego.
      —Para tu cumpleaños.
      —¡Pero aún faltan dos meses! —replicó. En la sala de música no podía tocar con libertad, sentía que siempre había alguien al acecho tras la puerta, escuchando todo lo que pudiera estar tocando.— Soy hija de padres separados… ¿No tenéis que comprar mi afecto ni nada?
      La madre la golpeó con el puño cerrado por aquella broma que en realidad no le hacía ni pizca de gracia. Arisu lo sabía, y en parte por eso también había hecho aquel comentario. Ella se emperraba en estar bien, en fingir estar bien, actuando así de aquella forma tan exagerada.
      —En casa tenemos un teclado —intervino la señora Harada—. Era de mi hijo mayor, pero cuando se mudó a su piso se compró otro y nos dejó ese ahí, cogiendo polvo. Es algo viejo ya, pero aún funciona.
      Arisu la miró con ojos brillantes, mirando después a su madre pidiendo permiso. A pesar de que ella no lo tendría que aguantar en su casa, seguía siendo su madre.
      —¿Puedo quedármelo? ¿De verdad?
      —No, en realidad sólo lo ha dicho para presumir de hijo… —rio entonces el señor Harada, recibiendo un pequeño toque de su mujer.
      Aquel comentario le gustó, y borró la imagen que se había formado de que era una pareja un poco estirada. Además, le dio pie a su madre para hablar de la alegría y la desgracia de los hijos. Y a pesar de que sus padres se habían enzarzado en una conversación amena, Harada seguía distraído. Arisu cogió entonces su móvil.
      —¿Y esa cara mustia? —pudo leer Harada en su móvil en el mensaje que le acababa de mandar Arisu.
      La miró sorprendido, encontrándose a la muchacha imitando su cara de empanado, justo antes de echarse a reír. Hizo una bola con la miga del pan y se la tiró, por hacerle burla.
      —Kazuki, hijo —la madre le reprendió por su actitud.
      —Te ha reñido tu mamá —susurraba Mayu, tomándose la confianza.
      Él hizo otra bola con la miga, más pequeña y lanzándola con algo más de disimulo, de nuevo para Arisu, que se quejaba que ahora no había hecho nada. Los jóvenes empezaron a reír.
      En la puerta, despidiéndose puesto que una familia se iba hacia un lado y la otra, con las dos amigas, hacia otro, Harada se colocó al lado, cerca, muy cerca de Arisu mientras sus padres soltaban las últimas palabras de su conversación. Rozaba su mano, buscándola. Arisu sentía que su corazón le iba a salir del pecho. Entonces depositó algo suave en ella, algo blando. Ella lo miró y el seguía mirando al frente, colocando el dedo índice sobre sus labios indicándole que no dijera nada. Ella cerró el puño.
      —No puedes mirarlo aún —susurró, obligándola a guardarlo en el bolso.
     La familia Harada finalmente se marchó.
¡PREGUNTA!

¿Qué es? ¿¡QUÉ ES!? Estás tan nerviosa que no puedes reaccionar. Ahora que se han ido, seguro que ya lo puedes mirar. Pero... ¿Por qué no quería que lo vieras? ¿Tal vez porque estaban sus padres? O por Mayu... Con lo cotilla que es... Realmente a ti tampoco te hace especial gracia que lo vea, seguro que suelta alguna de sus frases que hacen que te sonrojes y luego no puedas mirar a Harada a la cara... ¿Qué haces?

  • ¡Me da igual Mayu! ¡Yo quiero saber qué es!
  • Me espero a estar en el dormitorio... Eso sí, ¡quiero llegar ya!


© Hikari

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