—¿Un torneo? —¿No le permitía hacer misiones pero pretendía hacerla luchar contra un montón de gente?
      —Una sola arma, un solo hechizo. —tenía sus manos enlazadas a nivel del ombligo, como habitualmente hacía cuando le explicaba sus intenciones.— Esto te ayudará a demostrar tus habilidades en la batalla.
      —“Un mago lucha, un guerrero mata”, ¿no?
      Svein le dio un toque con el dedo a una de las dos cartas. “Tu arma”. Cybele miró la carta, y vio dibujada en ella una alabarda con un astil de madera de nogal y una punta de lanza y cuchillas de brillante plata.
      —¿Cómo la saco? —estaba ansiosa por manejar semejante arma. ¡Era una auténtica maravilla!
      Deslizó de su dedo anular el anillo que sostenía su gema mágica, el ágata roja. Aquellas dos cartas eran suyas, así que sin su gema no podría utilizarlas, a menos que las cambiaran de dueño.
      —No pienses que te la cedo porque confíe en ti —veía sus ojos brillantes y quiso aclarar que no se trataba de eso.— sino porque sin mis cartas no tienes nada que hacer.