Todos seguían hablando de este momento, y Hana empezaba a sentirse incómoda, así que Natsumi quiso desviar un poco la conversación hacia otro punto.
      – Bueno, por lo menos el protagonista estaba de buen ver – dijo con una sonrisa pícara dibujada en el rostro.
      – Ah, por eso querías ver esta película, ¿eh? – Kato golpeaba con el dedo índice la mejilla de Natsumi – Que mente más sucia…
      – El que habla – dijo Natsumi mientras apartaba a Kato de un manotazo – Seguro que has estado todo el rato mirando a la rubia esa…
      – ¡Es que estaba muy buena! – exclamó de repente Yoichi. Kato lo miraba riendo mientras asentía fervientemente con la cabeza. Natsumi desvió su mirada llena de rabia hacia Hana, quien se puso nerviosa, sintiendo que su amiga explotaría de un momento a otro.
      – Eh… – Hana pensaba en cómo desviar de nuevo la conversación – Pero bueno, la película en verdad tampoco ha dado tanto miedo como esperaba…
      – ¿Ah, no? – Yoichi resopló risueño – Pues yo he tenido durante toda la peli a una lapa enganchada en mi brazo.
      – ¡Hombre! No todos los días una puede tener al lado a un chico guapo y fuerte que me proteja – Natsumi rió, como si aquellas palabras no tuvieran la más mínima importancia. Sin embargo, Hana abrió bien sus ojos, sorprendida, ante aquella indirecta tan poco sutil.
      – Qué exagerada – comentó Ryosuke entre risas.
      – De exagerada nada – Yoichi negaba aquello con su dedo índice, con una sonrisa de seductor –, que no ha dicho ninguna mentira.
      – Hala, el otro… – Kato golpeó la frente de Yoichi – Baja de las nubes y vuelve con nosotros. Todos rieron.
     – Bueno, yo me sé de una que también ha andado agarrada del brazo de un chico… – dijo Natsumi, intentando escurrir el bulto a la pobre Hana, que se sonrojó de repente.
     – ¡Porque tú me has cambiado por Yoichi! – exclamó Hana avergonzada. – Me has abandonado…
     Entre risas y anécdotas pasó la noche. Hana había disfrutado mucho aquel momento, porque hacía ya muchos días que no hablaban tan despreocupadamente. Realmente parecía que nada había sucedido entre ellos, y se sintió muy relajada.
      Aquella noche, aprovechando que Natsumi vivía cerca del burger, habían acordado que Hana quedaría a dormir en su casa. Estuvieron hablando y riendo hasta altas horas de la madrugada. Cuando el cansancio fue superior a sus ganas de diversión, decidieron irse a dormir.
      – Eh, Hana – dijo Natsumi, acurrucada entre sus sábanas, con un fino hilo de voz. – ¿Te puedo hacer una pregunta? – Hana asintió. – ¿Te sigue gustando Kato?
      Hana se quedó callada, no esperaba una pregunta así. No sabía qué contestar, ni siquiera se lo había preguntado ella misma. ¿Seguía sintiendo algo por Kato, después de todo lo que había pasado?
      – No lo sé… – respondió finalmente Hana. – Creo… que no. Pero aún me siento rara cuando hablo de eso.
      Natsumi asintió, para que sintiera que la estaba escuchando, pero después de aquello ninguna de las dos volvió a hablar.
      Unas horas más tarde, el sol ya había salido y las dos chicas dormían plácidamente en la habitación de Natsumi, cuando el móvil de Hana empezó a sonar.
      – ¿Sí? – contestó Hana, sin vocalizar mucho, ya que parte de su cuerpo aún no había despertado.
      – ¿Por qué no lo has apagado? – preguntó Natsumi medio dormida, mientras se daba la vuelta para seguir durmiendo.
      – ¡Buenos días! – su madre parecía muy alegre al otro lado del teléfono – ¿Vas a venir a comer? Tu tía Nobu nos invita a comer por ahí.
      – ¿Qué hora es? – preguntó aún confundida Hana.
      La madre seguía hablando, y Hana asentía a lo que decía para ver si se callaba, mientras Natsumi gruñía para que colgara ya y la dejaran dormir.