Cuando somos niños soñamos con cosas pequeñas, sencillas...un helado de fresa, una muñeca que llora y hace pis, o esa bicicleta que tiene el vecino del cuarto.
Cuando nos hacemos mayores nuestros sueños cambian con nosotros. Y se vuelven complejos, igual que nosotros...Y de repente la muñeca de trapo se convierte en un vestido nuevo con el que cruzar un océano a 10.000 metros de altura para deslumbrar a tu marido en un viaje sopresa. Pero los sueños se rompen en pedazos cuando se topan de frente con la realidad. Porque la realidad, a menudo es radicalmente distinta a como uno cree que es. Las personas no siempre son lo que aparentan ser, ni las relaciones, ni mucho menos los sueños. Y esa realidad es la que se encarga de poner a cada uno en su sitio. Lo que uno cree que es negro, puede ser blanco. Lo que uno cree que es blanco probablemente sea de todos los colores del arcoiris.
Uno sabe como empiezan las cosas pero no sabe cómo van a terminar...