Yoichi y Kato se quedaron parados frente aquella contestación de Ryosuke. La sangre de Kato empezó a hervir. Apretó fuerte los dientes para no decirle nada inoportuno en aquel momento.
      – ¿Por qué dices eso? – preguntó Yoichi confuso. Jamás pensó que Yoichi pudiera responder de esa manera.
      – Bastante la puteado ya. – Ryosuke apretaba fuerte los puños. Sentía mucha rabia hacia Kato, y el que intentara recuperarla la hacía sentir aún más furioso. – Déjala en paz ya – dijo mirándolo fijamente.
      – ¿Y quién eres tú para decir eso? – la limitada paciencia de Kato alcanzó su límite. Se paró, cruzado de brazos, esperando la respuesta.
      – Su… – Ryosuke vaciló un poco. Parecía que le costaba pronunciar esas palabras – amigo.
      – Yo también soy su amigo – dijo Kato muy serio, sin apartar la vista de Ryosuke, que al escuchar estas palabras reía y asentía repetidamente.
      – ¡Eh, chicos! – intervino Yoichi, intentando calmar a los otros dos. – Venga, ya está…
      – No, no. Que hable. ¿Qué quiere decir esa risita? – Kato se acercó a él, ofensivo.
      – Eh, Kato, para. – Yoichi se puso delante de él, y lo frenó poniéndole la mano en el pecho.
      – Creo que está muy claro – dijo Ryosuke, girándose hacia él. – Tú sabías que le gustabas, y la has tratado fatal. Eso no es de amigos, es de hijos de…
      – ¡Eh, eh! – exclamó Yoichi, que cada vez se veía más desbordado por la situación. No entendía que les pasaba a ellos dos. – Os estáis pasando ya. Tranquilos, ¿vale? Hablemos con calma.
      – No – dijo Kato, resoplando –, si yo estoy muy tranquilo. Es el idiota éste que me irrita.
      Tras pronunciar esas palabras, golpeó ligeramente el hombro de Ryosuke, quien no lo vio precisamente como un gesto de buena voluntad. Molesto, empujó bruscamente a Kato. Cuando se repuso del empujón, se abalanzó sobre Ryosuke, agarrándolo por la camiseta.
      – ¡¿Qué coño haces?! – exclamó furioso.
      – ¡Basta ya!
      Yoichi los separó y se puso entre los dos, intentando mantener una distancia prudencial. Pero Ryosuke no podía contenerse más. Apartó a Yoichi y golpeó a Kato con el puño.
      – ¡Apártate de una vez! – gritó Ryosuke. Estaba lleno de ira por todo lo que había tenido que ver y aguantar, y aquel día ya no pudo contenerse más.
      – ¿Se puede saber qué haces? – Yoichi apartó a Ryosuke de un empujón. Entonces miró a Kato. Se tapaba la nariz con la mano, ya que al parecer estaba sangrando. Se acercó a él. – ¿Eh, estás bien?
      Kato lo apartó sin ni siquiera responder, y fue directo a golpear a Ryosuke.Empezaron a pelarse. Ryosuke descargaba toda su ira acumulada, y Kato había perdido la paciencia. No soportaba que se metieran con él, y enseguida se sulfuraba. Tras un rato, Yoichi finalmente consiguió separarlos. Ambos se miraban furiosos. Yoichi tenía a Ryosuke agarrado por el brazo, y paraba el cuerpo de Kato con su brazo flexionado.
      – ¡Déjame! – exclamó Ryosuke liberándose del brazo de Yoichi. Se marchó de allí, mientras se acariciaba el labio con el dedo pulgar.
      Kato, aún furioso, quería ir tras él, pero Yoichi lo frenó de nuevo. Kato lo maldijo y se fue en dirección opuesta a la de Ryosuke. Yoichi se llevó las manos a la cara, y las deslizó por la cabeza, exhausto.