Los tres entraron en clase. Mientras caminaba hacia su asiento, Hana no pudo evitar desviar disimuladamente la mirada hacia Kato. Estaba serio, apoyado sobre su brazo izquierdo haciendo ver que escuchaba lo que Yoichi estaba contando. Por unos instantes, él la miró, y Hana volvió la vista al frente.
      A la hora de la comida, se sentaron los cinco juntos como cada día. Sin embargo, a diferencia de la semana anterior, ese lunes se respiraba un ambiente tenso, gobernado por un silencio que resultaba muy incómodo. Yoichi notaba que las cosas no iban bien, pero viéndolos como estaban no sabía si sería bueno preguntar. Así que intentó animar la hora de la comida con un cotilleo.
      – ¡Ostras! – dijo rompiendo el silencio – El otro día, después del entrenamiento me tiraron la caña ja, ja, ja.
      – ¿Ah, sí? – por algún motivo, Natsumi se mostró molesta. Hana la miró de reojo, pero Natsumi miraba tan fijamente a Yoichi que no notó su mirada fija.
      – ¿Y quién, si se puede saber? – preguntó Hana, pare seguir el hilo de conversación que se había creado.
      – No os lo creeríais… – Yoichi intentaba crear expectación entre sus amigos. Parecía que lo estaba consiguiendo, pues iba captando la atención de todos uno a uno.
      – No me digas que fue una profesora, como a Ryosuke, ja, ja, ja – reía Natsumi, intentando quitarle hierro al asunto y ridiculizar la situación.
       – Sí… Ja. Ja. Ja. – Ryosuke la miró con el ceño fruncido, lo que hizo que Natsumi riera aún más, y les contagiara la risa a los demás. – Que graciosa.
      – ¡MEC! ¡Fallo! – exclamó Yoichi.
      – No sería algún compañero del equipo… – comentó Hana, en voz baja. Natsumi i Hana lo miraron con los ojos bien abiertos. Ryosuke miró a Hana extrañado, pensando de donde podría haber sacado eso. Kato simplemente comía.
      – ¡MEC! ¿Me quieres liar con un tío, Hana? – dijo Yoichi risueño.
      – ¿Eh? – Hana se sonrojó. No era esa la intención que había tenido con su comentario. Simplemente había pensado en algo que, como él había dicho antes, fuera difícil de creer. – No, yo no… – Todos rieron.
      – ¡Va, dilo ya, hombre! – exclamó Ryosuke.
      – Vale, vale. Pues fue – Yoichi hizo una pausa, para crear aún más expectación. Los tres que estaban pendientes de la conversación acercaron las cabezas hacia él, para que no tuviera que alzar la voz y para no perder detalle de lo que decía – la novia del capitán del equipo de baloncesto.      – ¿¡En serio!? – dijo Natsumi atónita.
      A Hana se le cortó la respiración. No pudo evitar mirar a Kato, que, inmediatamente después de oír el comentario, había dejado sus palillos sobre su obento. Hana se echó lentamente hacia atrás. Ryosuke estaba callado, mirando de reojo a Hana.
      – Pues va la tía y me dice – prosiguió Yoichi. Puso voz aguda para imitar el tono de voz de Ayaka – “Hoy has estado muy bien en el entrenamiento. Además te veo más fuerte. Seguro que podrías llegar a ser el nuevo capitán…”
      – ¡Qué fantasma! – exclamó Ryosuke para liberar un poco de tensión del ambiente. – No te estaba tirando la caña. ¡Creído! Ja, ja.
      – ¡Espera, espera! Que hay más ja, ja. Me siguió todo el camino al vestuario hablándome, diciendo que si hay mucho chico guapo en el equipo – Yoichi hacía gestos que él creía femeninos, imitando la forma de ser de la chica de la que hablaba –, que si qué lástima que tenga novio, que si tiene dos entradas para el cine pero su novio no puede quedar…
      – Qué fuerte… – murmuró Hana. Era incapaz de decir otra cosa. Escuchando todo lo que estaba diciendo Yoichi, en la única persona en quien podía pensar era en Kato.
      – ¡Qué zorra! – exclamó Natsumi – ¿Y el novio no se entera o qué?
      – Vale ya, ¿no? – interrumpió Kato – ¿No se puede hablar de otra cosa?