Cansada de perder el wifi en mi ordenador, me he venido a usurpar el ordenador de mi padre. Realmente no entiendo como un super ordenador como el suyo puede ir taaaaan lento xD Que estrés... y luego me dice que mi ordena va lento. ¡Sí hombre! En fin, aprovecharé para programar unas cuantas entradas de Hana... ya que, a partir de hoy, me toca limpiar mi habitación en profundidad... Que miedo me dan los cajones... Hay una cantidad de trastos acumulados ahí dentro para que lo que se ve de la habitación quede bonito... que me da miedo jajaja Bueno, ya me callo y os dejo con la historia.

A Hana se le hizo un nudo en la garganta que le impedía respirar. No sabía qué decirle. Estaba muy nerviosa, y la actitud de Kato no era para nada tranquilizadora. Él la miraba impaciente. Hana se mordió el labio inferior y desvió la mirada hacia un lado. No podía mirarle a esos ojos que en ese momento le daban tanto miedo, ansiosos de una respuesta.

– Yo no… – le temblaba la voz.

– No te hagas la inocente, porque lo sé de buena mano.

¿Qué debía contestar? ¿Que se había estado comportando como un capullo? ¿O que le quería y no podía soportar que estuviera con otra chica? Era incapaz de pronunciar nada. Su lengua se trababa en cuanto intentaba hablar. Y empezó a ponerse más nerviosa.

– ¿Piensas responder, o te vas a quedar ahí parada? – dijo Kato, impaciente.

– ¡Os vi juntos! – exclamó finalmente Hana, y después respiró, como si el decir esas palabras le hubiera supuesto un gran esfuerzo. – Y luego… la vi con otro chico… y pensé que te estaba engañando –Hana frunció el ceño, ante la mirada fija de su amigo. Cabizbaja, levantó la vista para verlo.

– Pero no me está engañando a mí – dijo con una media sonrisa, al ver la mirada de Hana. – ¿Es eso?

Sus ojos se volvieron tristes y brillantes por las lágrimas que intentaban salir, pero que Hana retenía.

La sonrisilla que Kato dibujó en su rostro desapareció. Tenía la vista en el vació. Resopló y de reojo miró a Hana, con el ceño fruncido y unos ojos tan oscuros que parecían que devoraban el alma de Hana. Por algún motivo, ella sintió no había hecho bien en inmiscuirse en aquella relación tan extraña, pero simplemente no pudo evitarlo.

– ¿Por qué te metes? – preguntó él, con un tono grave.

– Estaba preocupada… – dijo Hana con un filo hilo de voz.

– Preocupada… ja, ja – no parecía creerse ni una palabra de lo que Hana decía. – Si hubieras estado preocupada hubieras venido a decírmelo a mí. ¿Se lo has contado a mucha gente, Hana?

– ¡No! – respondió rápidamente después de que Kato formulara esa pregunta. – ¡Nadie más lo sabe!

– Seguro que tampoco le has dicho nada a Natsumi… – parecía desconfiado, a pesar de la insistencia de Hana, quien empezaba a sentirse ofendida. – Seguro que ella se encargará de esparcirlo por ahí. Menuda panda de cotillas – dijo con desprecio.

Hana apretó los puños de rabia. No podía creer lo que estaba oyendo. Levantó la cabeza, para mirarle a los ojos directamente.

– ¿Tan poco confías en mí? – dijo Hana, decepcionada ante las palabras de aquel que creía su amigo. Él la miró sin entender a qué se refería, con una leve risa que demostraba el poco interés que tenía en lo que tenía que decir. – ¿De verdad piensas que voy a esparcir rumores que te puedan meter en problemas?

– Eh, no te pongas a la defensiva – dijo levantando sus manos, mostrando sus palmas a Hana. – Haz lo que te dé la gana.

Harta de la chulería de Kato, Hana dio un paso hacia él y lo miró furiosa, apretando fuerte sus puños para no golpearlo.

– ¡Una cosa te voy a decir! – Hana alzó la voz. No podía controlar más su rabia. – ¡Si te metes en problemas es sólo culpa tuya por querer tener lo que le pertenece a otro!

– ¡Ayaka no es de ese tío! – exclamó Kato, con una intensidad de voz a la altura de la de Hana.

© Hikari