En fin, como prometí, hoy os traigo más Hana :) Sin darme cuenta, empecé a escribir y escribir. Y el tiempo pasó y yo escribiendo. Jaja. Sí que lo echaba de menos xD
Por si no os acordáis, Hana había discutido con Kato, y Ryosuke, que lo había escuchado todo, estaba intentando animarla.

      Ryosuke decidió cambiar de tema.
      – Respecto a las fotos… si no te apetece…
      – ¿Eh? Pero… yo te dije que te iba a ayudar – Hana lo miró, sin cambiar su rostro de tristeza.
       – Ya pero, no sé si tendrás muchas ganas ahora – Ryosuke no la miraba, no podía. Seguía mirando al frente.
      – Bueno, ahora no. Pero dije que te ayudaría. – Hana intentó sonreír. – Quiero ayudarte. Para agradecerte que me hayas ayudado. – No tienes por qué. – ¡Que sí, que sí! – insistió ella. – Pero, si puede ser en otro momento…
      – Claro – Ryosuke la miró, viendo la sonrisa forzada de Hana. Sonrió, y le acarició fuerte la cabeza, dejando a Hana despeinada. El rió al verla y ella se quejó por lo revuelto que le había dejado el pelo, pero sonrió, mientras se peinaba, olvidando por unos instantes que estaba triste.
      Llegaron a casa de Hana. Se sentía mejor gracias al apoyo de su amigo, y por fin podía respirar algo más tranquila. En la puerta se despidieron. Hana, mientras abría la puerta, pensaba en Ryosuke. Parecía que se había quedado apagado por lo sucedido. Miró hacia la calle para verlo. Caminaba lentamente, cabizbajo, con las manos en los bolsillos. Giró ligeramente la cara, para ver a Hana por el rabillo del ojo, y se la encontró sonriente, mirando hacia él. Volvió la cabeza del todo. Hana se despidió con la mano mientras abría la puerta. Sacó la mano del bolsillo y también se despidió, dibujando una sonrisa mientras retomaba su camino.
      Hana no pudo conciliar el sueño esa noche. Una y otra vez revivía esa tarde en su memoria, y las lágrimas afloraban sin cesar. Encogida, en su cana, con sus manos unidas en el pecho, dejaba que todo aquello fluyera sin más, para librarse de ello. Entonces su móvil vibró. “Hoy ha sido un día duro, así que descansa, ¿vale? :)” Era un mensaje de Ryosuke. No pudo evitar sonreír, aunque llena de tristeza. Un calor hizo que su tormento pasara de largo. “Tonto…” pensó.
      Siguió sin poder dormir, pero su llanto había parado. Y, de algún modo, estaba contenta.
      A la mañana siguiente Hana se despertó tarde. Bajó a desayunar, con los ojos rojos e hinchados, evitando mirar a nadie directamente. Sabía que su madre se daría cuenta de su mal estado e intentaría averiguar qué le pasaba. Intentó aparentar naturalidad, pero aún así su madre olió de lejos que no estaba bien.
      – Hana, cariño – decía su madre con dulzura. – ¿Te encuentras bien?
      – Sí, mamá. Estoy bien.
      – ¿Seguro? Tienes mala carita.
      Hana resopló, y decidió ignorar los comentarios de su madre. Su respuesta era siempre la misma, “Estoy bien”, a pesar de ser mentira. No quería hablar del tema. Sabía que volvería a derrumbarse. Las horas pasaban.
      Después de comer, la madre llevó el inalámbrico a la habitación de Hana. Ryosuke estaba al teléfono.
      – Hola – dijo Hana con un tono amable.
      – Hola. ¿Cómo estás? – preguntó él. Hana respondió que estaba mejor. – ¿Leíste el mensaje?
      – ¿Por la noche? Sí, lo leí. – Hana hizo una pausa. Suspiró. – Gracias. – Ryosuke se quedó callado, no sabía qué contestar ni por qué le daba las gracias. – Creo que lo necesitaba.
      – Me–me alegro.